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Norma Beatríz Guimil nació el 7 de septiembre de 1932 en Temperley. Abandonó la escuela en 2do grado y con 13 años arrancó a trabajar. Norma nunca tuvo un empleo en blanco, por lo tanto, nunca se pudo jubilar pese a que trabajó sin descanso. En su juventud conoció a Miguel Pla, con quien se casó y tuvo 4 hijos. Su esposo, obrero gráfico, despedido en 1982 porqué la fábrica “quebró”, no volvió a encontrar trabajo en blanco. Ambos trabajaban los viernes y sábados en los baños de un boliche, limpiando o vendiendo golosinas para poder de esa forma llegar a fin de mes. Unos años después, Miguel falleció. Norma Pla recibió una magra pensión que no alcanzaba, por eso los dos hijos mayores ayudaban como podían, mientras intentaban mantener su pequeño taller cuentapropista al compás de una apertura al mundo que los aniquilaba. En 1991 salió a la calle por primera vez para pedir un aumento en la jubilación, cansada del dinero que siempre faltaba. A contramano de los discursos neoliberales, hizo carne la premisa de que no existen soluciones individuales, porque la salvación es con todos. Participó de manera ininterrumpida de las cien marchas que los jubilados y pensionados protagonizaron cada miércoles durante cinco años frente al Congreso de la Nación, solicitando una jubilación mínima de 450 pesos. Inauguró formas de protesta inéditas para la época como los cacerolazos, la marcha de antorchas. Mientras tanto, los medios de comunicación se encargaban de ridiculizarla por su condición de mujer, la tildaron de loca, de puntera e incluso tentaron quebrarla con prebendas, cargos, pero como no lo consiguieron, le abrieron causas judiciales, la encarcelaron, la golpearon. Sin un marco teórico, representó la forma más genuina de la lucha popular, ensayó creativas formas de resistencia que los pueblos conservan en su acervo cultural. En enero de 1996, a los 63 años de edad, fue su última marcha. Falleció el 18 de junio por un cáncer de mama, en su casa de Temperley. Antes de morir, pidió que sus cenizas fueran esparcidas en la Plaza Lavalle. Una mujer que entendió que, si la vida que vivimos no es digna, la dignidad está en luchar para cambiarla.